26 de agosto de 2010

Cuentos cortos I

Mujeriego

Cuando era muy niño escuché esta historia de un viajero. Hablaba de un señor que, en otros tiempos, había resultado ser un gran mujeriego. Según el viajero, era capaz de hacer por las mujeres cosas inverosímiles.
Una vez voló, en otra ocasión sanó a dos lisiados y hasta llegó a resucitar cuatro veces en una misma semana. El viajero me dijo “Esas sí que son cosas inverosímiles”.

Encerrado

Al abrir los ojos, notó que había funcionado: ¡Había viajado en el tiempo! El método era experimental. La máquina, un prototipo. Pero había dado resultados, se encontraba en algún momento del pasado.
Aturdido por la emoción, fue incapaz de reconocer su entorno en un primer vistazo, y fue por eso que sintió un pequeño susto al caer en la cuenta. Estaba encerrado. Era un espacio muy pequeño y oscuro; tan pequeño, que podía sentirlo rozando su piel.
Y ese era otro detalle, estaba desnudo y mojado. Efectos del viaje, pensó, tranquilizado por el razonamiento.
Entonces, más consciente, trató de encontrar una salida. Contempló sus extremidades y lo reconoció con espanto: estaban deformadas. Fofas, débiles y llamativamente cortas. ¡El viaje me ha deformado!
Sin comenzar a comprender, sacudió brazos y piernas con desesperación, empujando aquellas extrañas paredes, blandas al tacto, pero firmes a la presión.
En un momento, mientras hacía fuerza con sus empequeñecidos pies, creyó escuchar un sonido sobre el silencio aplastante. Aguzó los oídos.
- Tocá, sentí, creo que está pateando. – Dijo dulcemente, pero emocionada, una mujer desde el otro lado.
Horrorizado, abrió la boca para gritar.
Pero no salió ningún sonido.

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