12 de octubre de 2010

El culto a la nada

Compro una revista. Enciendo la televisión. Abro el diario. Me conecto a Internet.
¿Será que tengo un problema de visión?
En un primer momento así me ha parecido, y he corrido, a causa de los terribles consejos y advertencias de mis amigos, hacia un oculista. Luego hacia otro, y otro. Todos ellos terminaron por coincidir en una sana envidia hacia mi salud ocular. Caramba.
Hoy he abierto el diario y, como todos los días, me he refregado los ojos. No consigo leer, percibir las letras, las palabras. Mi señora lo ha atribuido a una suerte de “somatización”, un efecto “psicológico”, pero lo cierto es que no puedo ver el contenido de los diarios, de la televisión. ¡Las revistas! ¿Comprenderían ustedes lo que se siente llegar a un quiosco en la calle para encontrar que todas las portadas han sido impresas en blanco?
¿Que varias personas se acerquen y comiencen a ojearlas y no se asusten, sino que se interesen y se entretengan leyéndolas?
Y, aunque ya me había sabido bastante alarmante, hoy descubrí un problema en el oído. Ni la televisión ni la radio emiten sonido alguno. Su perfecta mudez contrasta con la dedicada atención que muchos otros les dedican, totalmente abnegados a la imagen que no existe y al sonido que no está.
Incluso yo he colocado uno de mis discos favoritos en la máquina y tras un largo esfuerzo he conseguido oír un murmullo. Un murmullo débil y casi imperceptible, como una hormiga que camina en una habitación insonorizada, como una pelusa contra el viento. Y, aunque oí, no pude entender. No era inglés, ni francés. Me pareció un ruso, si no es que sólo estaba gruñendo.
Así había sido. Cada vez percibí menos de los aparatos, del papel. Por suerte el diálogo todavía era perfectamente perceptible a mis sentidos. Mi amada, mis chicos. Ellos eran mi realidad. Su amor, su cariño.
En el exterior, sin embargo, todo se había convertido en una pintura surrealista. Las personas reunidas en torno a pantallas blancas, sentadas con papeles sin imprimir entre los dedos. Bailando música inexistente. El mundo se me hizo cada vez más imposible, cada vez más repugnante y lejano. Pero mi padecimiento no había acabado aún.
Porque una vez había salido al mercado, y me encontré con una agitada charla entre la dueña y unos clientes. Discutían, gesticulaban. Pero yo no podía oír lo que decían. Me aterroricé. Había caído en una completa sordera. No quise aceptarlo ni creerlo. Me acerqué más tan sólo para confirmar que no podía oírlas. Mi horror creció de sobremanera cuando descubrí también que era incapaz de leer sus labios. Sólo abrían y cerraban la boca sin ritmo, sin control. Una silaba repetida constantemente, una silaba con a. Y escuché un bocinazo, escuché un piar. El mundo seguía ahí pero las señoras movían la boca sin emitir voz. Hasta que la dueña se percató de mi presencia y me preguntó en un tono perfectamente audible qué necesitaba. Me fui.
Mi señora nunca pudo comprender. Pero yo estaba comenzando a vislumbrar que sucedía.
Cuando ya no escuché las voces de mi familia fue cuando entendí. Las noticias del mundo, de la realidad, me llegaban a través de ellos; yo me encontraba completamente desconectado a causa de mi problema. Hasta que llegó un momento en el que sólo me transmitían noticias. Y, de pronto, no recibía nada. El mundo había callado. Los aparatos de televisión eran una mancha borrosa en el rabillo de mi ojo. Las revistas carecían de sustancia.
Vi a personas reunirse a hablar de nada, a ver nada y a escuchar nada. Las vi disfrutando con nada y las vi reírse de nada. Vi a la gente seguir a nada como una religión. Comer nada, vivir de nada.
Después, ellos mismos me parecieron vacíos, y también desaparecieron. Las calles se destiñeron hasta el blanco infinito, mi familia junto con ellas. Las personas se consumieron en la nada y fueron consumidas por ella.
Y quedé solo.
Aunque ahí, al fin, fue cuando me di cuenta de que así había sido siempre.

Las cuatro paredes

Confinada a las cuatro paredes tu existencia se vuelve obsoleta y contingente.
Allí, encerrada, tu rostro se convierte en un testimonio mudo y estático, incapaz de salir, incapaz de crecer. No sos más que la intención de un recuerdo, el proyecto de una sensación.
A medida que te deposito en esa habitación irreal y eterna tu misma esencia se hace tan real como tu encierro. La imposibilidad de tu escape lo confirma así: Fuiste hecha para este encierro, y sin este encierro probablemente no serías nada.
Seguramente vivirías como una posibilidad en una mente errada, una mente equivocada, pero atrevida, como la mía. Darías vueltas alrededor eternamente sin encontrar realización, cosa que, paradójicamente, este encierro te otorga. Nunca serás libre. Nunca podrás elegir. Serás mi esclava, mi víctima fiel. Te daré forma, te desharé. Te privaré de alma y sentimientos. Te daré manos, te quitaré amor.
Te amaré por siempre, te abrazaré con los ojos, te observaré a través de mis dedos. Pero también te odiaré, te insultaré, te trataré como la cosa más degradante que jamás ha existido.
Vos allá, en tu caja de cuatro paredes, siempre callada, siempre incapaz. Vas a recibir injurias, vas a recibir las palabras más bellas que, en el momento en que te dejo caer en la cajita, no puedo adivinar.
Tampoco quiero conocerlas. Porque con las mías ya es suficiente.
Te veo desnuda, veo a través de tu estructura y veo todas tus fallas. Y tenés muchas, muchas fallas. Aunque voy a intentarlo, nunca podré corregirte completamente. Siempre vas a encontrar la forma de fallar nuevamente. Y te voy a dejar, incompleta, inacabada, en esa caja.
Porque las horas van a pasar, tal vez los días, y tu juventud blanquecina se me va a antojar aburrida y vacía. Los contrastes de esa luz que decidí hacia tu costado me van a parecer deformes, así como tu grotesca y mentirosa belleza. No eras lo que creía. Tengo que dejarte.
Tengo que dejarte atrapada entre las cuatro paredes.
Tal vez vuelvas con otra forma. Intentes disfrazarte o enviarme algún duplicado subconsciente. Cuando lo vea, lidiaré con ello. Pero hoy te dejo.
Y te voy a olvidar, te voy a eliminar de mi cabeza. No te voy a pensar, no te voy a recordar. Así, cuando algún día vuelva a mirar tu prisión de cuatro paredes y descubra esos trazos dibujados tiempo atrás, me maraville de una cárcel blanca que no voy a sentir mía y me vas a gustar. Te voy a amar otra vez en tu vejez amarillenta de dibujo viejo.

4 de octubre de 2010

Leche de almendras

Solos, se movieron mis dedos. Envolvieron cariñosamente el dial de la radio y lo hicieron girar sobre su eje con una lentitud impiadosa. La vara roja se desplazó de costado tras el cristal. Se detuvo ante el número 108.

… En una disquería. Sí, un artículo de colección. Se trata nada más ni nada menos que de la banda Leche de Almendras, la antigua agrupación de metal pesado punk softie ska que hizo furor allá por los setenta. No podía creer a mis ojos cuando lo vi ahí, paradito, en el estante de usados. Encima, una ganga, así que los dejo con la pista número cua…

Marcelo Guiñapo, líder de la extinta banda Leche de Almendras, fue detenido hoy en los disturbios frente a Casa Rosada. Guiñapo, ex miembro de Montoneros, hoy un miembro más del montón, se resistió al arresto y recibió un balazo en la pierna. La policía se apresuró en indicar la utilización de balas de goma, a pesar de los estremecedores relatos de los testigos que dijeron haber visto la pantorrilla del vocalista partirse en dos con la fuerza del impacto.

… No quiero sangre, quiero la verdad de la carne. No quiero sudor, quiero la mentira del amor. Puedo ir más allá de los sueños, más allá de la realidad. Enfrentarte cara a cara, decirlo sin dudar. Quiero carne, quiero amor. Quiero carne…

- ¿Y cuáles son sus objetivos?
- Mirá… Yo no pretendo mucho… Yo quiero mostrar mi arte, ¿entendés? No me importa la plata.
- Sin embargo, se lee entre líneas una clara posición izquierdista.
- Hay gente en este mundo, te lo digo así, hay gente en este mundo que no es capaz de afrontar sus convicciones y darles salida, ¿no? La banda y yo pensamos que si algo no te gusta, lo decís, ¿Quién te lo puede impedir? ¿Entendés?

… Sacate la gorra, sacate el metal, ¡Robot! No seré tu víctima otra, otra vez, no, no. Sacate la gorra, sacate el metal, ¡Robot! No sentiré lástima de tu estupidez, no, no…

- ¿Qué pasó, Marcelo?
- Éstos hijos de puta me dispararon, me fusilaron, estos hijos de putas. ¡No sean idiotas! ¡Es todo lo mismo! ¡Es todo lo mismo!
- Esas fueron las palabras de Marcelo Guiñapo, el rockero herido en los disturbios…

… su primer demo exitoso, Mi voz es mía, que le paró las orejas a todos los fanáticos del rock en Argentina y Latinoamérica. Atrás quedaron Soda Stereo, Fito Páez; la voz de los jóvenes fue y será Leche de Almendras. Parece que tenemos otra llamada por el concurso que lanzamos en el…

- Teniendo en cuenta, además, tu época en el exilio, previa a Leche.
- Sí… Fue una época que me formó, sentó todo aquello que después sería la banda…
- ¿Tuviste alguna vez un roce con Spinetta?
- ¿Qué? ¿Roce? No, yo… ¡Ah! ¿Por el nombre de la banda, decís? No, no. Resulta que yo lo dejé, le dije que no había drama. Lo conocía de pendejo, para mí siempre va a ser un pebete, un aficionado.

Se agrava la salud del guitarrista Marcelo Guiñapo luego de que la infección se le extendió a la pierna. Los fans de su vieja banda, Leche de Almendras, se han reunido en cadenas de oración. Carlos Ermenestéguez y Julián Archivilla, los otros integrantes supervivientes de la banda, no han hecho declaraciones, aunque se cree que realicen un recital por su amigo.

- Balas de Goma.
- Es decir que ninguno de los heridos está en estado de gravedad.
- En lo absoluto, son heridas que con el tratamiento adecuado, deberían sanar en las próximas semanas.
- Y lo que muchos han dicho acerca del músico Guiñapo, ¿Es cierto?
- Para nada. El músico fue despachado a su hogar minutos después de su detención.

Vieja, me voy. No puedo seguir acá. Los hijos de puta me están apretando, ya me amenazaron. Los muchachos se fueron a España, yo también voy. Tranquila, vieja. Vos quedate tranquila. Voy a volver. Voy a volver, acordate: No me pueden callar. Me voy por un ratito, hasta que se calmen las cosas. Vos no hagas bulla y no te van a hacer nada. Te amo, vieja, gracias por todo. Marcelo.

- Como te digo, no me callo, nunca me callé. Y no me voy a callar. Si esos monstruos me quieren callado, se equivocan: Me quieren muerto. Mi silencio es mi muerte. Y para callarme, tenés que matarme. Pero no se animan, no pueden, no deben. Ya no. El país es nuestro otra vez. Nuestras vidas nos pertenecen. Podemos hablar, cantar, gritar, protestar, y ya no tenemos miedo de que una pistola salga de una sombra y nos robe el alma y la voz. Ya no.

- Dale. Dale.
- ¿Y dónde ensayaríamos?
- En mi garage, ahí tengo los equipos que consiguió mi viejo. Anduve pensando nombres…
- Vos estás loco, Marcelo. Sin vos esta banda no sería nada. No sé de donde sacás las ganas, el empuje…
- Callate… Miren, Leche de Almendras, ¿Qué les parece?

La caravana se ha extendido ahora dos kilómetros. Los fanáticos y conocidos del cantante se agolpan por la calle, gritando, cantando. Se escuchan lamentos y la repetida frase “Mi voz es mía”. Al frente, marchan sus amigos Carlos y Julián, bajista y baterista, respectivamente, de la banda Leche de Almendras, de la que se está editando un DVD con grandes éxitos y entrevistas actualmente. Recordamos: Marcelo Guiñapo falleció hoy a las 13:24 a causa de una infección generalizada originada por el balazo recibido en los disturbios de Casa Rosada, un mes atrás. Los hechos aún se encuentran bajo investigación.

Vieja, voy a marchar frente a Casa Rosada. No te preocupés: a mí me van a escuchar. Siempre me escuchan. Un beso. Marcelo.