5 de noviembre de 2007

Guerras de cortesía. O cortesía de guerras.

Estoy saliendo de El Ateneo. Cuando llego a la puerta, un pequeño cartel indica: “Tire”. Pero yo sé que la puerta se abre para ambos lados, así que empujo.
Voy con mi novia. Mantengo la puerta un segundo abierta, para que ella salga primero, cuando, de pronto…
Alguien quiere entrar.
Cargo mi cañón antiaéreo y disparo. Trato de que la persona pase primero. Una ráfaga de cápsulas de veinte milímetros rocía mi territorio, mientras la persona mantiene la puerta esta vez, haciendo un gesto para que YO pase.
Me niego, así que mando un regimiento de tanques acorazados e insisto en que se adelante esa persona. Ante su indecisión, tomo voluntad y mando mis tropas a cruzar la línea enemiga: Trato de pasar.
Será por coincidencia, el destino, nunca lo sabré. Pero la cuestión es que sus tropas se encuentran con las mías en un claro cuando tratamos de pasar al mismo tiempo. Ordena la retirada y da un paso atrás. En eso, cuando estoy por cantar victoria, recuerdo a mi novia y vuelvo un paso para dejarla pasar.
Un descuido permite la invasión inesperada: Una cuarta persona se adelanta, más decidida que mi enemigo, y entra al local.
El desenlace es rápido y ridículo. Mi novia y yo nos apretamos en el intento apresurado de salir mientras el desconocido sostiene la puerta.
Salteo un campo minado, y ya estoy fuera de la zona de combates.

Son las guerras de cortesía.
Cuando, en el mundo en que vivimos, se te ocurre tener un gesto cortés, amable, otra persona trata de hacer lo mismo, impidiéndote continuar.
Sucede en todos lados.
Por ejemplo, un cruce de calles. Un automovilista le hace señas a otro para que se adelante, pero éste último se encuentra igualmente cortés e invita al anterior a que cruce primero. Lo que sigue es una ridícula demostración de permisos que lo único que logra es retrasar a los involucrados.

Fíjense:
“¿Te sirvo gaseosa?” “No, dejá, ya me sirvo yo.” “Dejame que te sirva” “No, no hace falta, me sirvo solo” “Dale, te sirvo”… etc, etc…
“¿Te querés sentar? Tomá mi asiento” “No, no importa” “Dale, sentate” “No, está todo bien, me quiero quedar parado” “Tomá” (se para) “No, no quiero, en serio”… (esto probablemente termine con los dos sentados en lugares distintos)
“Pago yo” “No, pago yo” “Dejá, pago YO” “Te digo que quiero pagar”… (Típica)
“¿Querés más?” “No, ya estoy lleno” “Te sirvo un plato más, ¿Dale?” “No, estoy bien, gracias” “No seas tímido, comé” (lo que se llama cortesía en exceso)
Todo, todo el tiempo.

Esas ADORABLES frases obvias

Mi tía me mira después de largos años, y, sorprendida, exclama:
- Qué grande estás!
Mi sonrisa se desvanece pronto para sacar a flote un gesto de desaprobación, que pasa desapercibido ante la emoción de la mujer.
- ¡Cuando te vi eras así de chiquito! – explica, señalando con la mano en el aire, más o menos a la altura de su cintura. Casi sin pensarlo, observo. Y, luego de meditarlo para mis adentros, levanto la mirada, sonrío, y busco otro lugar en la fiesta.

Ya lejos de ella, pienso, más tranquilo. Después de siete años. ¿No sería lógico notar la diferencia entre un muchacho de diez años y uno de diecisiete?. Me respondo. Sí. Sí sería lógico. Tan lógico que es hasta obvio. Pero estúpidamente obvio!!
Claro que se va a notar la diferencia, por favor! Vello facial, decenas de centímetros de altura, expresiones, comportamientos. Incluso es hasta tan obvio, que la aclaración es estúpida.
Supongan: Ponen a su mejor amigo en una habitación, y le dan una pelota roja. Su amigo la mira durante un segundo, y, luego de una reflexión concienzuda, los mira a los ojos y dice:
- Es roja.

Estúpido. Estúpido. Obvio, redundante y estúpido. Claro que la pelota es roja! Se nota en el color! En el color!. Yo, por ejemplo, hubiera dicho: “¿Qué querés?”, o “De qué se trata todo esto, qué querés que haga?”.
Pero el chabón dijo “Es roja.”.
Guau. Totalmente inesperado.
Ahora, volviendo a lo de mi tía, ¿No creen que notar la diferencia de edad y apariencia entre diez y diecisiete años es algo estúpido?
¿Qué puedo decir?
“Sí, crecí.”
“Ahora estoy más grandecito, vio?”
“Sí, no sé qué me pasó. Un día me desperté y era más grande”.

Es obvio que voy a crecer! Soy un ser humano, de carne y hueso, en plena adolescencia! Señoras y señores, observen!!!: He Crecido!!. Guaaauuuu, aplausos, ovaciones, silbidos. Impresionante! Increíble! El chico de diez años que creció hasta los diecisiete! Inigualable, único!!!
Por favor! Así funcionan las cosas! Verde avanzá, Rojo, detenete. Sol, día. Estrellas, noche. Uy, hay estrellas! (Claro, estúpido).

Como en los comics. Los personajes suelen aclarar lo que hacen. Uno pierde la consciencia, y, en una caída que puede llegar a durar media hora, lanzan un monólogo acerca de su desvanecimiento. “Ohh, me desmayo!”, “Pareciera ser que los fluidos mezclados con mi bebida me han adormecido, pierdo el conocimiento, me desvanezco en la oscuridad, ohhh--”

Yo las llamo Frases Obvias.

“¿Qué estás dormida?”, “Sí” (¿?)
“Te vas a mojar si no llevás paraguas” (Por supuesto)
“Qué estás haciendo??!!” (Qué no ves??!!)
“Fuiste vos el que tiró la gaseosa?” “No sé.” (respuesta obvia omitida, es una variante)
“Qué día es hoy?”. “Domingo”. “Ta loco, ya es domingo?” (Sí, es lo que te acabo de decir!!)
“A las una vine aquí y son las tres. Hace como dos horas que te estoy esperando” (SON dos horas, no son COMO dos horas, amiga)
“Subamos arriba” “Bajemos abajo” “Entremos adentro” “Salgamos afuera”
“La hija de mi papá, o sea, mi hermana…”
(Te estás escuchando?)
“Perdí los anteojos” “Adonde?”
“Me robaron.” “Quién?”
“Te cortaste el pelo?”
(No, pasa que los jueves 13 se me des-crece)
“Ahh, viniste!” (Error, soy un efecto óptico)
Y otras. Tantas otras. Fíjense, las dicen a cada rato. Todo el tiempo.