30 de junio de 2010

Ideología

Introducción

Año feo el 2009.
Problemas con las parejas, con las familias, con colegio y facultad. Fallecimientos, desengaños, frustraciones. Muchos llorando y pidiendo perdón. Otros buscando respuestas. Fui, y tuve, un poco de todo eso. Qué se yo, suena a que me victimizo, pero estuve ahí, y estuve mal.
Lloré, grité y me desesperé pidiendo por favor que alguien me dijera qué tenía que hacer, que me indicaran cómo salir de esa miseria. Y muchos acudieron.
Momentáneamente contribuían, pero llegaba el momento en que sus respuestas no servían y tenía que buscar de nuevo. Y así hablé con casi todas las personas que conocía.
Hasta que me cansé, me cerré (cosa que había venido haciendo desde hace rato, progresivamente), y me dediqué a buscar las respuestas solo.
Llegaba un momento en que me decía "¡Es esto!", y lo resolvía. Esto es, lo analizaba, le buscaba causas y consecuencias, lo comparaba con problemas similares, míos y de los demás, y buscaba respuestas posibles. Pero, pasado un tiempo, me daba cuenta de que no, no había servido. Y empezaba el proceso de nuevo. Otro problema, otra solución. Y no servía.
Así estuve todo el año, probando, probando. Hasta que en los primeros meses del 2010 una personita me tiró una idea que desembocó en la respuesta, y su misma existencia me hizo reconocer varias cosas. Me di cuenta de que no había buscado sólo la solución a mi problema, había buscado la solución, por comparación, a los problemas de las otras personas que me rodeaban; había buscado respuesta a la misma idea de lo que constituía a un problema y su resolución; la respuesta a qué era una relación, qué era una familia, qué era la facultad; la explicación de qué hacía a la felicidad; la respuesta a qué quería, qué buscaba.
Pasado un año, no había resuelto sólo mi problema. Había dado con una respuesta general, un compendio de respuestas adquiridas, la mayoría en una desgarradora experiencia de dolor, otras en un curioso proceso de razonamiento práctico.
Y a medida que este nuevo año transcurría, varias personas se acercaban con un problema. Cuando me lo comentaban, algo me sonaba familiar: ya lo había pasado, o al menos ya lo había explorado hasta el límite, haciéndolo mío de alguna manera. Y tenía algo muy parecido a una respuesta, que era la respuesta que yo había buscado trescientos y pico de días.
Cada cosa nueva que aparece siento haberla vivido. No desde una postura altiva, sino desde la comprensión del mismo sufrimiento que de alguna manera marcas me ha dejado. Y de un cariño que siento por la persona que está pasando por eso que tanto me dolió.
Quiero contarles lo más similar a una conclusión a la que llegue sobre las causas del dolor que vi en muchas personas.

Y... ¿Por qué?
Básicamente porque traté de explicar esto a muchas personas, y, si bien entendieron, la gran mayoría falló en comprender. No es mi meta, claro, obligarlos a asumir mi punto de vista. Pretendo que comprendan. Porque una vez que lleguen a eso, podrán tomar la decisión simple de tomarlo o dejarlo, cosa que no van a hacer hasta que comprendan todas las aristas del asunto.

Vamos a partir de cinco declaraciones esenciales en mi ideología.
1. El ser humano no es un fragmento, es un total.
2. El ser humano no necesita, comparte.
3. El ser humano no depende, ama.
4. El ser humano no reemplaza, suma.
5. El ser humano no es monogámico, es poligámico.

Parte I
La totalidad

El ser humano se construye biológicamente por la magia de la reproducción animal. De lo que son tan sólo dos células (y el universo biológico que cabe dentro de ellas), surgen sistemas sumamente complejos de subsistencia y mantenimiento, codependientes y necesarios. De ahí que hay un sistema nervioso, apoyado por un sistema respiratorio, que a su vez es apoyado por uno circulatorio, que a su vez se enmarca en uno muscular que es articulado por uno óseo y todos ellos son controlados y regulados, nuevamente, por el sistema nervioso.
Cada uno de esos sistemas posee un conjunto de órganos y elementos individuales con una función específica, a la vez compuestos por células cuyas partes más mínimas incluyen todavía un ulterior rompecabezas de funcionamiento.
El frío, el calor, las enfermedades, la alimentación, los accidentes, la posición geográfica, las características heredadas genéticamente (toda una historia aparte), el clima general, los estados de ánimo, etcétera, contribuyen a hacer de cada organismo humano un ente único. Un ente que, salvo raras ocasiones, posee todo lo que necesita para funcionar. Todo lo que pide es una sana alimentación, un clima apropiado y un descanso periódico.
El cuerpo humano no necesita de órganos externos, opcionales, soltados en la naturaleza para sobrevivir. Si no contamos el alimento, claro, expresado en forma de plantas y animales.
Llegamos entonces a la conclusión clara e ineludible de la totalidad eficiente del ser humano en su carácter biológico.
Y es de una manera similar que funciona en cuanto a sus necesidades emocionales.
El ser humano, como hemos dicho, es una totalidad. Un 100%. Sin embargo, la gente tiende a sentirse incompleta. Vacía.
Muchos incluso viven aprisionados bajo la fábula archiconocida de la media naranja.
- Yo creo que Ramiro es mi media naranja. – Solemos escuchar, de los labios de una enamorada. – Él me hace sentir completa.
Tal enseñanza, entre muchas otras, nos encierran bajo aquel concepto de la fragmentación de la felicidad humana. Somos mitades, partes incompletas que necesitan urgentemente de un relleno, una persona que complete el faltante porcentaje de nuestra felicidad. Sólo entonces, al cobijo de los brazos de nuestra media fruta restante, nos sentiremos completos.
Lo analizaremos desde varios aspectos: El vacío, la interioridad, el total.

El vacío
La gente se siente vacía. No es un tema actual, aunque en los últimos tiempos se ha dado mucho, y, sobre todo, siempre ha sido de una manera similar en el mundo occidental.
La sociedad industrial, capitalista, consumista, reduce a la persona a un número, a un engranaje más, que debe hacer y debe necesitar ciertas cosas para el impulso de aquellos sistemas que constituyen las características mencionadas. Sin consumidores, no hay consumismo. Sin consumismo no hay industrias. Sin industrias no hay capitalismo.
Una de las críticas más acertadas a la producción en masa es aquella que dice que el hombre no encuentra la felicidad en ese trabajo porque no se realiza a sí mismo en él. A diferencia del artesano o artista, que vive de su realización.
Por consiguiente, la gente produce y consume lo que debe producir y consumir. Y luego dejan de cuestionar. Porque subsisten. La felicidad en este punto se convierte en una utopía. La realidad se trasforma en el cotidiano existir capitalista. Sólo existe lo que sale en TV, sólo comemos lo que nos venden, sólo hablamos de lo que se habla. Acatamos las enseñanzas.
Nadie se realiza, nadie es feliz. Todos están vacíos.
Tienen muchos huecos, porque pocos se animan al arte, prefieren verlo de otros (incluso pocos se animan a verlo); pocos se proponen cambios, pocos toman decisiones. Y, aunque no son conscientes de esos huecos, intentan rellenarlos, utilizando con los elementos que el sistema les brinda. La sociedad de masas.
Sentir pertenencia rellena en alguna medida los vacíos de las personas.
"Me gusta este programa que sale en la tele. No me gusta nada más, es lo único y hasta es mediocre, y no soy feliz. Pero estoy con miles de personas."
Pronto la pertenencia es lo único, y genera ideas como la del rechazo o la marginación. Por un lado, el grupo enorme de fanáticos, de deportistas, de involucrados políticos. Por el otro lado, los individuos, las minorías.
Digo "genera ideas de..." porque son ideas que sólo tienen sentido en el contexto de una sociedad de masas. Son creadas por ellas mismas para sustentar su existencia. La felicidad de formar parte es que no estoy solo. Así que los que están solos son infelices. Son los parias, los ermitaños. Los raros.

La interioridad
Hay gente, sin embargo, que no pertenece a las masas. Que se alejan y contemplan la vida de maneras distintas, únicas. Que se interesan por las artes, los deportes, otras culturas, actividades concretas.
Estas personas caminan dos sendas. La de la individualidad, donde son dichosos de poseer estos rasgos, y la de la búsqueda de contención, donde son influenciados por la necesidad de pertenencia y buscan individuos similares para completar su felicidad.
Son éstas las personas que se permiten la realización. Las que han buscado por fuera, encontrando aficiones, intereses, actividades; y por dentro, hallando la verdadera complexión de su ser. Han encontrado un atisbo de lo que podría llamarse felicidad, y han vencido la falsa necesidad de la pertenencia. No necesitan llenar ese vacío. Se regocijan con las cosas hermosas, las cosas complejas y la pureza de la sinceridad. No se conforman, no buscan la salida fácil, no quieren tan sólo girar como un engranaje cualquiera. Ellas son personas que han adquirido personalidad, que atraen, que irradian y que admiran la profundidad intelectual y espiritual.
Pero... ¿Por qué han logrado ello? Porque se han cuestionado las enseñanzas otorgadas, no aceptándolas perezosamente, y han buscado más allá de todo lo que les ha sido servido, hallando algo propio, algo a lo que han llegado por decisión propia. Han hallado su interioridad.

El total
Así como lo dije antes respecto a su función biológica y su complejidad autoeficiente, al alcanzar la interioridad, el ser humano suple su necesidad de pertenencia. Logra pertenecerse a sí mismo. La soledad, y la infelicidad asociada a la misma, desaparecen. Nunca más "estoy solo", ahora "estoy conmigo".
Si bien podría confundirse con una postura egoísta, cabe explicar que el egoísmo nuevamente es una idea creada y sustentada en la existencia de las masas, para ser parte hay que entregarse, no ser único. Si mi felicidad se basa en depender de otros, la individualidad es egoísta. Sin embargo, no es el quid, eso se verá en la parte de Compartir.
¿Por qué es importante? Porque en nuestra sociedad la gente que realiza esta búsqueda es muy poca. Entonces quien ha hallado la interioridad va a estar solo, y va a disfrutar de sus gustos de sus actividades, cosa que la sociedad de masas no tiene. La sociedad de masas produce y consume. El hombre interior se realiza en lo que halla de su gusto y satisfacción. Entonces estas personas se dan cuenta de algo: ¿Para qué perder tiempo consumiendo y produciendo si puedo realizarme? Y hallará que la realización es un acto que llena tanto el espíritu, que sustentará con creces la necesidad de pertenencia que los demás suplen sumándose al bulto.

Conclusión
Ahí se dan cuenta de ello. La media naranja es una farsa.
Todos, absolutamente todos, somos frutas completas. Naranjas, manzanas, peras, kiwis, lo que quieran. No buscamos complementos. No soy un 50% incompleto en búsqueda de mi porcentaje faltante. Soy un 100%. Lo tengo todo. Todo lo que necesito para sobrevivir.
A veces veo en los demás cosas que no tengo. Cosas que han hallado en su interioridad, y que, por tanto, no me pertenecen. Pero me atraen, me gustan. Decido acercarme. A compartir.
Hacemos de un 100%, un 200%. Cuando el otro se vaya, vuelvo a mi cien. No me falta nada, estoy contento. No se trata de depender. Se trata de compartir.

Parte II
Compartir

Las personas son, a nivel mental e intelectual, construcciones intrincadas y sumamente complejas, modeladas por los infinitos factores que pocas veces consideramos: las enseñanzas familiares, el bagaje histórico, el conocimiento de las ciencias, las leyes morales, judiciales y religiosas, las artes, los entretenimientos, los accidentes, las relaciones con personas, etcétera.
Cada uno hace una construcción distinta, cada uno recuerda fragmentos de cada cosa, entrelazando las distintas partes en una construcción nueva.
Por ejemplo, dadas las siguientes frases:
- Roberto, un hombre de mediana edad, morocho y de apariencia furtiva, movía los cubos azulados tratando de ordenarlos en escala de color. Su mujer, complacida, lo miraba desde el diván.
- Cuatro autos se encontraron en la intersección, un Land Rover, uno similar a ése, otro pequeño y uno un poco más grande. El conductor del segundo auto sacó la mano por la ventanilla para hacer un gesto al del auto mediano. La situación hizo reír a todos menos al conductor del Fiat.
- Los perros son lindos.
Les puedo pedir una síntesis de las tres frases en un solo párrafo corto y cada uno recordará distintas cosas, respecto de los colores, de los autos, de los perros, del diván. Cada persona seleccionará, construirá y desarrollará una historia distinta, siempre especial.
En este caso utilizamos frases. Pero la vida nos sorprende con cosas mucho más complejas. Entonces cada persona termina por componerse, como un CPU, de tres partes: La de entrada, la de procesamiento, y la de salida.
En la de entrada tenemos los sentidos y las capacidades de aprendizaje. En el procesamiento vemos la memoria y la razón. En la salida están los deseos y las predisposiciones de búsqueda. Cada persona, al resolver el complejísimo compendio de datos ingresados, suelta una respuesta igualmente compleja. La llamamos personalidad.
Cada personalidad presta atención a elementos distintos, siempre distintos, y combinados entre sí de maneras únicas. Entonces, prestará atención a cada cosa de una forma distinta. Buscará cosas distintas y poseerá cosas distintas. La magia de conocer a las personas es de hallar en ellas lo que nosotros nunca hicimos, lo que ellos pudieron o quisieron que nosotros no.
Entonces se vuelve sumamente difícil encontrar una construcción de personalidad que encaje al 100% con nuestras respuestas de salida, donde se hallan nuestros deseos. Tan complejos como surgen, tan complejos terminan. Y tenemos que encontrar a una persona que encaje totalmente con ellos. ¿Cómo podemos esperar que un caso así se dé? Es muy difícil. No imposible. Pero sí rarísimo.
El problema con el que se encuentran las personas es que les enseñan a depender, y nunca a compartir. En esta vida se trata de esperar de los demás Y es incorrecto. Yo no amo esperando que me amen. No doy, esperando una retribución.
El asunto es compartir. Yo pongo de manifiesto quién soy, y me acerco a los demás, pruebo de ellos aquello que me fascina, permitiéndoles continuar, decidir el curso de sus vidas. Las personas, para solventar de alguna manera esta dificultad de hallar al indicado, prestan atención a distintas facetas de su personalidad por épocas, y por eso se dice que la gente cambia. Llegado el momento, si alguna persona se acerca y encaja con esa época, sentimos fascinación y nos enamoramos. Pero tarde o temprano nuestra vida cambia o esta persona lo hace y perdemos la fascinación.
En ese momento nos sentimos mal. ¿Por qué? Porque nos enseñaron a estar con una persona, a amarla, a quedarnos con ella. Cuando no la queremos más (o ya no como al principio), sentimos esta duda existencial de ¿Cómo hago para dejarla después de haberle dicho te amo y haberle prometido tantas cosas? Y la solución es darse cuenta de que en lugar de buscar una persona que deba fascinarnos en todos los sentidos, no buscar a nadie. Permitir que ellos lleguen y compartan lo que tengan para compartir, y que la fascinación dure lo que deba durar. Si esa persona se va, está bien, no hay nada esencialmente obligatorio que la una a nosotros. Ninguna ley de este universo, más allá de la creada por otras personas.
Tampoco se trata de rellenar espacios, y si una persona, con la que estoy, no rellena lo que necesito, voy y la busco en otras (cópense con los puntos IV y V, hablan de esto), sino que hay cosas que me gustan de unas personas y otras cosas que me gustan de otras. Y a partir de eso decido qué tipo de relación quiero tener con esas personas. No tengo vacíos, puesto que soy una totalidad. Pero puedo decidir fascinarme con las cosas de otros.
Dado el caso puedo tomar la decisión de compartir eso que me gusta, o ignorarlo, callármelo por una obligación. Porque, aunque surja una persona que pareciera fascinarnos mucho, siempre va a tener sólo lo suyo, nunca lo que otro podría darnos. Y si lo de otro nos gusta... ¿Cómo negárnoslo? Tal decisión llevaría a la infelicidad.
¿Quieren ser infelices?
No. Entonces amen.

Parte III
Amar sin depender

La dependencia surge de la espera que hacen las personas respecto de las acciones de otras. Es decir, de desear o suponer que otra persona haga o hará algo. La situación es típica y no es considerada anormal. Es habitual origen de disputas y dolores y pasa desapercibida como un problema en sí. Un ejemplo:
Martita le dice a Fabiancito que lo ama. Fabiancito la mira un rato, le sonríe, y Martita se queda pensando en silencio "no me contestó". La primera vez tal vez lo deje pasar, tal vez no esté listo, etc. Pero llegada la situación en que Fabiancito le ha dicho por lo menos una vez anteriormente el dichoso "te amo", el no responder se va a tornar insoportable y Martita puede que explote cuestionando la frase ausente. Probablemente lo acuse de diversas cosas, en lugar de reconocer que ella había esperado algo que podía pasar, y no algo que tenía que pasar.
Nos enseñan mucho sobre el amor mutuo, en las películas, en la Iglesia (de varias religiones), nuestros padres, amigos, etcétera. El "tal para cual". Pero, como he dicho antes, la media naranja no existe. Así que el tal para cual es un extremo, un ideal rarísimo. Un trébol de diecinueve hojas doradas antigravitatorio medicinal (Igual está bueno buscarlo y encontrarlo, ojo, eh?). Entonces, como en el 99,99% de los casos nos vamos a encontrar con personas que no van a cumplir con el ideal, es, diría, infructuoso en todo sentido, esperar que sienta lo mismo que nosotros.
Releyendo, en puntos anteriores divago mucho sobre la unicidad biológica y psicológica de la persona. Somos todos distintos. Tu cabeza, aunque parezca tranquila, piensa todo el tiempo sobre millones de cosas a las que no le das importancia, que van desde el "inhala-exhala" hasta el qué tengo que hacer mañana, qué hice ayer, como mantengo esta postura, si me hace frío, si me gusta este lugar, etcétera. Todas esas cosas pasan por tu cerebro, te enterés o no. Y lo que vos esperás es que, en determinado momento, otra persona esté pensando y sintiendo lo mismo.
Y es una lotería, flaco/a amigo/a.
Desear, esperar, pretender que otro nos diga específicamente algo, como un te amo, es como esperar que nos salga con Supercalifragilísticoespialidoso o un Sonecto de Torcuato Gémini del Siglo. Y... Mirá. Si mi felicidad se basa en que el otro me diga Superclifra... Cuando no lo diga ¿Me voy a poner mal?
Martita creció. Es Marta. Ahora sabe que no debe esperar. Cuando no le respondan con un te amo, no le dolerá, porque no estaba esperando que se lo dijeran. No se sentirá triste porque en ningún momento supuso que algo así tenía que pasar. Y no sólo lo aplica en el te amo, sino en todos los aspectos de la relación. Si Fabián se las toma, no se va a poner triste porque no estaba esperando que se quedase para siempre.
Y de esa manera, haga lo que haga, siempre Fabián será algo bueno. Porque Marta le dejó ser, actuar según sus convicciones y deseos, y, habiendo hallado la interioridad, Marta sabe que lo especial de las otras personas es lo que deciden por sí mismas y no lo que yo imagino en ellas o lo que fuerzo en ellas. Así que si la decisión de Fabián es irse, tendrá sus razones y de alguna manera tendrá sentido con su ser.
Si ponen en práctica todo lo anterior, comprenderán la diferencia entre amar, dejar ser, permitir la felicidad en el otro por cuenta propia; y depender, basar la felicidad de mi persona en la existencia y presencia de otra.
No dependan, boys & girls. Amen y amen a todos. Van a ver qué lindo que se siente.

Parte IV
1+1+1+1... A sumar

Es normal, y sano, que una persona tenga muchos amigos. Sobre todo si son un millón. Nos lo enseñan (qué importante esta palabra). Nos dicen que tenemos que vivir en sociedad, que así es la persona y... Es verdad. Las personas nos ayudan a crecer, nos contagian con lo mágico de la diversidad, nos iluminan con consejos, encaran facetas de las cosas que nunca podríamos ver, nos van formando con miles de estímulos que nos ayudan a construir y lograr la búsqueda de la que hablaba párrafos atrás.
Y nos dicen: Tengan muchos amigos. Esto también es normal. No nos dicen, por ejemplo, tengan muchas novias. O tal vez sí. Pero no al mismo tiempo, como con los amigos. Y, en la práctica, reconocemos que es así. Algunas personas nos fascinan, o atraen, por cuestiones que poseen que otros no, y nos vamos acercando a personas distintas por diferentes motivos.
Por ejemplo, Gabychula me atrae porque juega al Póker, Bort me atrae porque pinta a lo Jackson Pollock y me junto con Horacio porque es un experto domador de leones. En el universo de la amistad, cabe perfectamente que tenga tres amigos y que cada uno de ellos sea distinto, siendo yo el nexo que se fascina con póker, Pollock y domar leones.
Paralelamente a eso, también nos enseñan que existen distintos niveles del cariño compartido, es decir, a algunas personas queremos de una forma, y a otras de otra. Una madre ama a un hijo, el novio a la novia, el portero al conserje, etcétera. Cada tipo de amor es distinto, y se expresa de maneras distintas. Hasta ahí vamos bien.
Por consiguiente: Decidimos, o nos dicen explícitamente, que hay formas de amor que se pueden compartir con muchos y otras que sólo se pueden compartir con algunos o uno. El amor madre-hijo funciona casi como una condición de protección que se da en tal vínculo, y no implica una fascinación por parte de los vinculados. Es decir, la madre no espera hasta la madurez del niño para ver si le gusta y así amarlo. Es el hijo, lo ama.
A partir de allí, todas las relaciones involucran los siguientes pasos:
1. Estado de Fascinación: Sucede cuando dos personas se conocen y comparten, en mayor o menor medida de tiempo, una actividad o una charla. En esta primera impresión se gesta la fascinación. Es el "amor a primera vista", cosa que no existe. Sería como una fascinación a primera vista. Este estado se mantiene mientras duren en la persona que se fascina los gustos que la llevaron a ese estado, y las actitudes fascinantes en la otra persona. Perdida una de estas dos cosas, se desmorona la fascinación.
1b. Estado de Enamoramiento: Si nos acercamos demasiado a la persona fascinante, y suceden ciertos cariñitos, vamos a suponer una pretensión de relación sentimental, y dejarnos llevar. Creemos que la fascinación es mutua. La fascinación, ignorada hasta este momento como tal, pasa a llamarse enamoramiento. Esto tampoco es amor. El enamoramiento es la magia que sienten las parejitas mientras comparten amor físico sexual durante el estado de fascinación. No necesariamente debe ser sexual, también puede ser una formalización fáctica.
2. Estado de Quiebre: Es cuando la fascinación se va. Sucede por dos motivos. Uno es que nosotros cambiamos, dejamos de prestarle atención a esa faceta de nuestra vida y miramos en otra dirección. O miramos en la misma, pero con otros lentes. Lo que en nuestros lentes rojos era una persona deslumbrante, brillante, al cambiarlos por los verdes, vemos un espectro de luz en el que brillan otras personas. El otro motivo es que la otra persona cambió y gradualmente se fue desvaneciendo hasta desaparecer. El asunto es que ya no gusta, no es lo mismo. Y supone un quiebre porque hay que afrontar una separación. En el caso de unos amigos, esto simplemente sucede de manera natural. Siguen caminos separados, se hablan menos, etcétera. En el caso de una pareja es un poquito más complicado. Porque una pareja sana y madura decide cortar por lo sano y continuar, cosa que puede seguir bien, o mal (con ellos sin hablarse, cosas así). Pero una parejita que se prometió cosas, que se iban a casar, que el hijo, que la casa, que ya no te quiero más. Y jode.
Ambos casos, amigos y novios, incluyendo en éstos últimos los dos sub-casos, pueden arreglarse para llegar al tercer punto.
3. Estado de Amor: Ahora sí. Cuando el vínculo (amigo o novio) se debilita por la pérdida de la fascinación, puede haber un esfuerzo por arreglar las cosas, como se dice. Una charla, para ver los puntos dañados, y las posibles soluciones a esos puntos. Si se supera esta parte, si la pareja continúa unida bien, llegan al Amor real. Si deciden continuar, a pesar de lo que pasa, no lo han superado y van a seguir en sufrimiento. Eso pasa por la dependencia. No se pueden dejar, aunque saben que es lo mejor. No digo que no haya un cariño real antes, pero en las etapas previas está muy narcotizado por la fascinación, la magia que hace que todo sea lindo, y no se puede pensar con claridad. Sin la fascinación, podemos notar el amor... O la falta de éste. En este punto nos damos cuenta de quiénes son los verdaderos amigos, si de verdad mi novio/a me ama, etcétera.
Pero... ¿Cuál es la diferencia entre el vínculo amistoso y el de pareja? La multiplicidad que nos permiten en el primero, la unicidad que nos exigen en el segundo.
No nos enseñan que tengo que tener un solo amigo. Que si Gabychula era jugadora de Póker, no hay problema en que me junte, y comparta ese tipo de cariño, con Bort, el pintor. No es escandaloso, no hay cuestión sobre cómo puedo en mi cabeza separar un mismo tipo de cariño hacia dos personas distintas. Un abrazo que comparto con Gabychula no se contradice con uno que tengo con Bort, no estoy traicionándolos o dejándolos de lado, ni tampoco entran en un grado de comparación.
En el mismo sentido, es inútil pretender que un amigo haga todo lo que nos gusta. No puedo fingir, hacer de cuenta que Gabychula es pintora, porque no es. Y, si me obligo a ello, probablemente andaré mal. Estoy esperando de ella algo que puede no suceder. Pero si ella me fascina por eso que tiene, no tiene por qué ser lo único que me fascine, pueden fascinarme otras cosas de otras personas, y puedo decidir el cariño que compartiré con ellas. Así que si son varios, tengo varios amigos. No quiere decir que cuando conozca a Bort dejaré a Gabychula porque puedo tener sólo un amigo, una persona con quien compartir ese tipo de cariño.
Vamos sumando. No reemplazamos. Acumulamos, acumulamos amigos, llegamos al millón. Tantas cosas en este mundo que nos gustan, tan poco tiempo para aprenderlas, que vamos tocando un poquito de todas ellas en la maravillosa experiencia de conocer a otras personas. Tal vez no sólo por una afición o un deporte, pero sí por la riqueza de su bondad, un gran gesto salvador, algo que nos toca y fascina de algún modo. Los amigos no se reemplazan.
Si llega la pérdida de la fascinación, probablemente tomemos otros rumbos. Pero si no estamos esperando nada de ellos, no hay nada malo que en que se vayan, salgan de nuestras vidas. No nos traicionan, no son malos. En cambio, si esperamos y dependemos, sufriremos. Los tacharemos de malos amigos, traidores y demás. Viviremos con enojo sin llegar a comprender jamás qué pasó ni qué hicimos.
En una amistad de amor, sin dependencia o a la espera de algo, nunca puede haber tristeza por una partida; sólo puede haber felicidad por la amistad que fue.

Parte V
¿"Poli" gámico?

Sí, eso dije.
Cuando hablaba de sumar, en el sentido de acumular amigos porque todos ellos tienen algo que nos fascina y podemos tranquilamente y sin confusión compartir con ellos un tipo de cariño, me refería a algo que se aplica al resto de las relaciones. La madre-hijo. Una madre ama a su primer hijo, al segundo, al adoptado, al de un hombre, al que tiene con otro. Los ama y comparte ese cariño por la calidad y el tipo de relación. Los acumula, nunca los reemplaza. Pero cuando llega el caso de la pareja, el esquema social cambia y la enseñanza nos dice que sólo puede haber una (a la vez).
Sin embargo, esto no evita que, tarde o temprano, otras personas nos sigan fascinando.
Tranquilamente, en mi vida, pueda ser que lo único que me fascine sea tal o cual cosa o persona. Y no sentir fascinación por otra cosa. Y a eso no se llega por decisión plenamente voluntaria. En la construcción de nuestra personalidad quedan cabos sueltos y deseos en la parte de salida, como dije antes, que nos llevan a interesarnos por otras cosas y personas. Por eso, por ejemplo, surgen los amigos.
Sin embargo, ¿Por qué, dado un momento y una situación, decido compartir otro tipo de cariño con una persona que me fascina en particular? Porque decido darle un tratamiento especial a una persona que me llega de un modo esencialmente distinto. Probablemente formemos una pareja y lleguemos a varias de las etapas de una relación que enumeré en el ítem anterior.
Esta persona puede ser muy especial. Pero... ¿Qué me asegura que nada ni nadie más vaya a fascinarme de otra manera? La persona que ocupe este rol en mi vida puede fascinarme, mucho, sí. Pero sólo con lo suyo, lo que tiene. No puede fascinarme con lo que yo quiero que me fascine. Si da la casualidad de que lo suyo es genial, me encanta, hay contacto. Pero si no, tal vez la ignore como a tantas personas. El problema real surge cuando otra persona comienza a fascinarme antes de que la que me acompaña deje de hacerlo. Y la fascinación es tan grande, que mi deseo de compartir excede el cariño del tipo amistoso.
Recapitulemos. Tenemos una personalidad desarrollada; las personas a veces coinciden parcialmente con nuestros gustos; nos permiten distintos tipos de cariños; hacemos amigos; a veces alguien coincide de manera especial; no esperamos ni dependemos; vamos sumando personas que nos fascinan, siempre y cuando mantenga esa fascinación y se convierta en amor. Entonces. ¿Qué hago cuando encuentro más de una persona que me fascina de una manera especial y con la que quiero compartir un tipo de cariño como el de una pareja? (Quiero aclarar algo: utilizar el término "pareja" es contradictorio: si hablo de compartir un cariño entre varias personas "como el de una pareja", es decir, de a dos, estoy en una falla; uso el término porque así se entiende mejor a qué me refiero).
Puedo hacer varias cosas. Una de ellas sería ignorar a esta nueva persona, dejar que en algún momento desaparezca, se vaya. Otra, puedo continuar en contacto con ella, pero ignorar mi deseo de compartir. Otra, puedo dejar a la persona con la que estoy, ignorando ésta fascinación, para marchar con la nueva. O alternativas intermedias.
Todas las anteriores llevan a la infelicidad. Y volvemos al punto II, Compartir.
Si encuentro una persona nueva, con potencial para ser mi amigo, le permito su entrada a mi vida, está bien. No me la callo. Pero imagínense lo siguiente: Una telenovela, el protagonista, millonario y adolescente, no puede juntarse con sus amigos porque son de la pobreza y sus padres no se lo permiten. Entonces este pendejo va a andar mal por todo eso. No es que él no desee en primer lugar esa amistad, sino que la desea, pero por una obligación, un "a mi me enseñaron así las cosas", me niego algo que puede hacerme feliz. En ese caso hablamos de amistad, es raro, porque siempre nos permitimos los amigos.
Supongamos que estoy de novio. Miguela, mi novia, es buenísima haciendo castillos de naipes y formulando anagramas. Amo tanto los naipes, los castillos y los juegos lingüísticos, tanto, que esta mina me fascina muchísimo. Todo bien, puedo casarme con ella, tener veinte hijos y ponerle a cada uno un nombre con una letra distinta del abecedario. Pero un día surge Ernesta, que entrena ranas de competición y practica fotografía necro-científica. Woah. AMO las ranas y los cementerios. La fascinación que siento es tan profunda, que, sin dejar de fascinarme por los naipes y los anagramas, me enamoro de nuevo, la magia vuelve, pero con otra persona. Un deseo de un beso, de un encuentro sexual se vuelve algo muy cierto: quiero algo con Ernesta. Pero no puedo dejar a Miguela, porque estoy con ella y la amo.
Bueno, si no hago algo con Ernesta, me voy a sentir mal, desdichado. No porque lo necesite, dado que no necesito nada, no me baso en la existencia de esta mina. Pero sí desdichado porque actúo por obligación, porque me fuerzan, me ordenan a pertenecerle sólo a alguien y no poder hacer lo que yo quiera, lo que yo desee. Si tengo que decidir entre una o la otra, la voy a pasar mal. Tal vez sólo por un tiempo, hasta que me olvide. O tal vez no, y esa desdicha por obligación quede allí conmigo.
¿Dónde está el problema? En las imposiciones de la sociedad. Nos enseñaron tanto, y a lo largo de tanto tiempo, que se besa y se tiene sexo con una sola persona, que nos lo creímos, y ahora pensamos que así es como funciona. Cuando nada, absolutamente nada más que las personas pueden determinar algo así. En algún punto de la historia se decidió que ese tipo de cariño debe compartirse con una persona, y se obligó para siempre al resto que sea de esa manera.
Resultado: Las personas caen constantemente en la infelicidad.
El matrimonio, visto desde la niñez, desde la adolescencia y desde los primeros pasos de una relación, parece idílico, mágico. Pero me arriesgo y digo que la mayoría de los matrimonios terminan mal. De que los hay buenos y duraderos, los hay, pero son los menos; aunque son admirables y llena de felicidad saber que hay gente que encontró una tranquilidad como esa adaptándose a lo impuesto por la sociedad. Cuando una pareja se casa, irremediablemente se ve forzada a una unión que deberá mantener, sobretodo, en el caso de concebir descendencia. Y digo obligada, porque, aunque probablemente los concubinos quieran, hay asuntos legales, religiosos, y demás, que espantan mucho el asunto de la separación.
Sin embargo, las personas que entran en Estado de Quiebre en el matrimonio pueden hacer dos cosas. Separarse y afrontar lo que viene, o continuar juntos, empeorando las cosas y por obligación o presiones.
Por eso llego a la conclusión de la calidad poligámica del hombre. Porque el hombre no necesita, comparte con los demás lo que los demás tienen para ofrecer. Porque el hombre no depende, ama permitiendo a los demás disfrutar de ese amor en la medida que así lo quieran compartir. Porque el hombre no reemplaza aquello que le gusta de lo demás, lo va sumando en los amigos que ama. Porque el hombre puede expresar ese cariño de muchas formas distintas, estableciendo una clara separación en su cabeza de con quién lo comparte, dado que no reemplaza a las personas que ama. Porque tarde o temprano puede decidir que su cuerpo y sus labios pueden encontrarse con los de una persona que así también lo desea y cuyo cariño lo merece, sin dejar de sentir lo mismo por otras o compartir lo mismo con otras.
Porque cualquier cosa que contradiga esto no está en la naturaleza del hombre, sino en lo pactado por otras personas y establecido como ley, ya sea social, religiosa o familiar.

Parte VI
¿Y si querés tener hijos?

Un tema que queda por resolver es el asunto de la familia. Y si bien puede parecer que mi ideología lleva a seres "completamente individuales y sin familias ni hijos", lo cierto es que no. Eso es porque al amar, puedo decidir vivir con una persona, siempre y cuando esta persona comparta la misma ideología. Que sepa que no es mía, que es dueña de su propia vida. Que esta persona sólo viva conmigo, a un nivel legal y social, para criar una familia que decidimos tener, pero sin impedir que eso coarte nuestra felicidad individual, que tarde o temprano precisará de la fascinación por otra persona. De esa forma la pareja se mantendrá feliz siempre, no como pareja de pertenencia mutua, como se entiende comúnmente, sino como dos seres felices en su libertad, capaces con esa felicidad de llevar adelante emprendimientos exitosos como el de la crianza de niños o un trabajo pleno.
Que conozca a otras personas cuya fascinación me lleve a encuentros sexuales, por ejemplo, no significa que abandone esa familia que formé, sino que tendré una vida libre, dueña de sí misma. Eso sí: una persona que decide formar una familia acepta una responsabilidad, y así como las personas, también lo decide por la fascinación que esto le produce. La Familia es la expresión última del cariño por otra persona, es tan profunda la fascinación, que deseo que mi descendencia sea con ella. Pero esa fascinación también puede desaparecer, y debo encontrar la manera de mantener el amor sin esa magia. Una de las maneras es redescubriendo a la familia y su amor después de conocer otras personas que sí hagan a mi fascinación. No por épocas, abandonando a la familia, pero puedo estar con quien mi persona así lo desee, sin descuidarla.
El tratamiento en este caso es el mismo: la familia misma es una relación con las mismas etapas. Y el ser humano debería comprender su estatus de ser pasajero y temporal, en una búsqueda interminable de personas, afectos y emociones, y comprender que tarde o temprano sentirá el deseo de moverse a otro lugar. Detenerse por un momento para la crianza de una familia no debe suponer el fin de esta naturaleza, pero de alguna manera se ha establecido que así es.
El hombre puede hacer una pausa, si se lo quiere decir así, momentánea para dedicarse a la crianza de una familia. Pero, al tiempo, podrá irse y continuar, así como la madre. Los hijos, dependiendo de la edad, podrán seguir con uno de ellos, o por su cuenta. Cada una de las tres partes puede formar nuevas familias y crear nueva descendencia con otras personas igualmente fascinantes y meritorias de tal decisión.
Si la sociedad llegase a este estado, nadie se sentiría dueño de nadie, todos serían constantemente felices al saberse amantes y amados de todos sus seres queridos, sin necesidad de compartir lo mismo con todos ellos, claro.

Unas últimas palabras

Como les dije al principio, mi deseo es que comprendan. No que lo implementen, cosa que estaría bárbara, pero sí que lo consideren y algo les llegue. No lo descarten simplemente por complejidad, por clausura mental o desinterés de algún tipo.
Tampoco deseo acusarlos de estar en falta o en error, pero sí explicarles por qué siento que muchas personas sufren y cuál, considero, sería la clave para hallar la felicidad en un mundo como el de hoy, a pesar de esta sociedad acusadora, imponedora y exigente.
Aunque sí me gustaría que comenten, no espero que lo hagan. Sólo me quedo tranquilo con que de alguna manera esto los tocó. Pero si quieren preguntar, comentar, opinar, o lo que fuera, son recibidos y estoy abierto a todo tipo de crítica. Sucede que hay cosas que se me escapan: detalles, aclaraciones, otros argumentos y demás, que van a salir cuando los descubran y me los pregunten.
Y si llegaron hasta acá leyendo... Guau. Gracias.