30 de diciembre de 2010

Sueño IV

La encuentro recostada, desnuda, en medio del desorden.
Su cuerpo se debate sensual, lujurioso, plácidamente, entre los pliegues de la cama, que de pronto se me antojan irresistibles como tu piel.
Me mira desinteresada, indiferente, como si no le importara. Alrededor suyo, dos amigas, parcialmente desvestidas, arrebatadoramente provocativas e insinuantes.
Todo parece la irreal escena de un sueño erótico.
Mi entrada, inesperada pero sin mayores repercusiones, se plantea como la pieza errónea de la escena: Yo, vestido, nervioso, inocente. Ellas desnudas, tranquilas, pervertidas. Me miran con lujuria pero me desprecian con frialdad.
Mis labios se mueven para articular las estúpidas y de pronto incoherentes palabras que tenía preparadas para pronunciar. Ante la inexplicable aparición de sus cuerpos ardiendo contra mi retina, todo lo demás, la basura circundante, la nieve tras la ventana, mis abrigos, la posibilidad de que alguien más aparezca tan sorpresivamente como yo lo había hecho; todo lo demás se vuelve banal, insignificante.
Ahora no sé cómo disfrazar mi deseo, cómo arriesgar una oportunidad de poseerlas, cómo ser tan audaz, tan elocuente, para convertir su desnudez en mi placer.
Sin embargo, la timidez ocupa el lugar que cualquier otro tipo de valentía arrojada hubiera podido, y finalmente escupo las completamente ignorables palabras.
Ellas me miran, se miran entre sí, asienten, murmuran, comienzan a recoger los envoltorios.
Idiota, comienzo a marcharme.
Pero una sensación me urge. Hambre de piel, de sexo, de penetración, de cuerpos. Vuelvo.
Me arrojo sobre una de ellas, o al menos lo intento, dado que sólo me aproximo hasta estar muy cerca. La observo, sus pechos cubiertos por una blusa despreciable. Por todo lo demás completamente desnuda.
Ella parece adivinar mis intenciones, y, lejos de contagiarse de tales impulsos, inicia un juego en el cual mi tentación es su principal motivo de sádico júbilo.
Con un gesto me señala una prenda yaciente sobre el piso. La reconozco como una atrevida y pequeña pieza de lencería. Y comprendo por el gesto que ella desea vestirla y que sea yo quien se la ponga.
Entre temblores y sudores tomo la prenda y dejo que ella pase sus dos pies muy suavemente a través. De a poco comienzo a subirla, notando cómo el grosor de sus piernas aumenta y los roces con mis dedos, que hasta ese momento había tratado de evitar (como al mismo calor de un horno), se hacen inevitables. Así mismo la prenda comienza a tensarse cada vez más, hasta llegar al punto de rodear perfectamente sus piernas y no dejarme otra opción que deslizar dedos y palmas sobre las mismas. La sangre hierve en la piel de mis manos. Arriba, ella sonríe y lo siento sobre mi humillación voluntariamente sometida.
Mi rostro sube un poco más y me encuentro frente a esa zona de su cuerpo que debo cubrir. Rápidamente lo hago, vilmente aprovechando tocar cuanto puedo en el proceso. Disfrutar de esa oportunidad.
Cuando me incorporo mi mano lo hace conmigo sin dejar de tocar su piel. Sube por su cadera, por su abdomen, entra por debajo de su blusa, se posa sobre uno de sus pechos. De blandura tentadora, de textura suave, de calor palpitante. Dejo que mis dedos presionen y trato de memorizar la sensación que en mi cuerpo y mente produce.
Ella retrocede apenas lo suficiente para que retire mi mano y lanza un grito reprochando mi atrevimiento.
En ese momento noto en su rostro que el inevitable contagio se ha producido y ella lo desea como yo. Ha retrocedido porque se ha dado cuenta de aquello y desea mantener todavía algún tipo de superioridad. Pero me ha dejado sentirlo.
Su mirada ha hecho unos recorridos que he percibido, sus pestañas han formado una curva inequívoca y su cuerpo se ha relajado.
Ambas manos ahora se ciernen sobre la piel de sus pechos, y mis labios se han abalanzado sobre los suyos, encontrándolos húmedos y deseosos.
Su boca se une a la mía ahora con la fuerza de sus labios, de su lengua. Su cuerpo se aprieta contra el mío y se deja tocar. Su blusa sube por la fuerza de mi deseo y de pronto la encuentro nuevamente desnuda.
Despierto.

1 comentario:

Sole dijo...

Terriblemente no puedo mas que encontrar reminiscencias de algo que conozco o conocí. Leerlo fue bastante... si, los recuerdos.