30 de diciembre de 2010

El temblor

Me desperté, sobresaltado, porque la cama se había movido en un sacudón.
Sin embargo fue tan sólo momentáneo, aunque las aspas del ventilador siguieron temblando en el techo; una tenue luz a través de la ventana me permitió verlo.
Así que apoyé la cabeza en la almohada y me entregué de nuevo a… los…
Me desperté, otra vez, de un salto. Un nuevo tipo de vibración me perturbaba ahora y, lejos de ignorarlo, levanté el celular y posé mi somnolienta mirada sobre las letras y símbolos que allí aparecieron.
Un mensaje de un amigo.

boludo hay 1 monstruo en la ciudd, si tnes el auto sali cagando y buscam

Miré, extrañado.
Son ese tipo de mensajes que llegan a las tres de la mañana, los leés y te volvés a dormir, y después te olvidás. Porque no sabés si es en serio, si es joda, si es un sueño, si lo estás imaginando, entre otras cuatro o cinco posibilidades. Pero ya estaba más o menos despierto, así que le respondí, divertido.

jaja sentist el temblor? a mi me desperto

Esperé unos segundos la respuesta y no llegó, así que me levanté a buscar algo para tomar. Si no me respondía era porque verdaderamente no era algo importante. Tal vez para su casa el temblor había sido más fuerte. Algo así.
Me dirigí a través de los pasillos hacia la cocina. Las habitaciones, abandonadas por mi compañero de cuarto que se encontraba de vuelta por unos días en su pueblo natal, se encontraban cerradas y silenciosas.
Abrí la heladera de un sacudón. La puerta se pone medio dura a veces. Miré su interior unos segundos, confundido, intentando adivinar qué estaba fuera de lugar, no podía ver bien qué…
Eso. No podía ver bien.
La luz no se había prendido. Un débil reniego se formó en el extremo de mis labios porque no tenía ni la más ligera idea de cuál podía ser el desperfecto ni cuánto me costaría repararlo, a la vez que escuché que mi celular había comenzado a sonar de nuevo.
Retrocedí tres o cuatro pasos y toqué una y otra vez el switch de la luz. Nada.
No había luz, eso era. Macana. Por lo menos, no tendría que pagar el arreglo de la heladera.
Me serví un vaso de agua (que aún conservaba cierto nivel de enfriamiento), y volví a la cama.
Por acto reflejo revisé el celular. Había olvidado que había sonado y me sorprendí al encontrarme con un mensaje nuevo.

que temblor? boludo hay un monstruo en la ciudad, raja antes que llegue al centro

Mientras leía me llegó un nuevo mensaje.

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Borré. Y después releí, con necesaria concentración, el último mensaje de mi amigo. No podía caer de nuevo en otra de sus bromas. Así que decidí jugársela a él también.

boludo ya nomas salgo, ahí lo vi en la calle esperame en la esquina

Me tiré en la cama y empecé a reírme. Realmente había gastado un mensaje en eso. Realmente le había seguido el jueguito. ¿Qué se piensa? ¿Qué me va a tener de idiota todas las veces que…
Nuevamente, sentí el temblor. Pero no sonó como un temblor. Sonó como un golpe. Como si algo muy pesado y enorme hubiese caído en la calle. Por un momento pensé que había sido un choque en la calle, así que, movido por la curiosidad, me acerqué a la ventana y miré hacia abajo.
Efectivamente, había sido un choque. Un auto se había accidentado contra un poste, doblándolo, y provocando que se estrellara contra mi edificio. Sin embargo, eso no era todo lo que había en la calle.
La gente, toda desesperada, corriendo, subiéndose a autos y motos, cargando con valijas y bolsas, gritando, corriendo, llorando.
Vi que algunos edificios tenían luz, y que en algunos había televisores encendidos. El bar de abajo, por ejemplo, estaba abierto y mucha gente se congregaba a su alrededor para ver lo que pasaban por la tele.
Rápidamente me puse el pantalón y me calcé las zapatillas.
En el celular había un nuevo mensaje.

no seas pelotudo, el monstruo esta aca todavía, no es joda, sali ya, estoy sin bateria, te espero en la esquina

Mire el celular esta vez con pánico. Seguía creyendo que se trataba de una joda; me inclinaba a pensar en un ataque terrorista, en una epidemia, un desastre natural; y que este tipo aprovechaba para burlarse de mí. Un monstruo. Sí, ¿Godzilla?

Los cinco pisos se me hicieron muy cortos y rápidamente estuve en la calle. La gente a mi alrededor le gritaba cosas a otras personas a través de celulares; casi todo era sobre adónde vamos y qué hacemos, pero nada concreto sobre un qué está pasando.
Así que me dirigí al bar y me aproximé, con cautela, al televisor. Desde detrás de toda la gente leí el titular de las noticias y automáticamente marqué el número de mi amigo en el celular. El corazón comenzó a gritarme desde el pecho.

CIUDAD BAJO ATAQUE. BESTIA GIGANTE DE ORIGEN DESCONOCIDO

¿Hola, Javier? Sí, ya voy. Creía que era joda. ¡¡Y bueno, creía que era joda!! ¿Dónde estás? Juntate con Florencia y José, ya los busco. ¿Cómo? ¿Cómo que…? No…. Mierda, mierda, mierda. Ya voy. Andá con Flor nomás… Mierda. Apagá el cel. Juntá plata y buscate el cargador para el auto. Tené cuidado. Oíme. Tené cuidado, no vaya a ser que ¿hola? ¿hola?

Se le habría agotado la batería.
El silencio del celular contrastó con lo protagónico del terror en las calles. Terror que había ignorado pero que, al sentirlo, me fue imposible dejar de presenciarlo. De verlo. De olerlo. De oírlo, como pasos gigantes que aplastaban…

1 comentario:

Val dijo...

aAaaaAAAaaa no! Yo quería un final feliz!!