Desde lejos lo ves en mí.
Entra por mi nariz, corre por mis venas, sale por mi mirada. Se proyecta a mi alrededor, contaminando el aire y electrizando mi piel.
Lo ves en los vellos de mi brazo, en el palpitar de mis arterias, en la rigidez de mis pestañas.
Cuando estás a mi lado, sentís como lo proyecto y no podés abrir la boca, no podés mover ni un solo músculo. Deseás irte, dejarme, y respirar libremente lejos de mí.
Porque con manos invisibles te ahogo, te aprieto la garganta, los pulmones, el pecho. Te dejo sin aire, sin movimiento. Te comprimo en un espacio cada vez más reducido y lleno tu boca de saliva, que tragás una y otra vez.
No querés mirarme porque no sabés que decirme. Notás mis puños cerrados y te imaginás dentro de ellos, con tus piernas y brazos siendo violentamente aplastados y deformados por la presión. Mi piel se te antoja artificial, dura, impenetrable.
Sabés que es momentáneo, pero… ¿Cuándo ira a terminar?
¿Cuándo se me pasará el enojo?
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