23 de marzo de 2011

Luz y sangre

- Ya sale, ya sale. – Dijo, ajustando los controles.
Ella contuvo un espasmo y le gritó desde la parte trasera del auto.
- Pero vení. ¡Ya!
- Ya sale. Dame un segundo. – Le respondió, concentrado. Sus dedos se ajustaron alrededor de la cámara para presionar el botón de una vez por todas. A su espalda escuchó un murmullo, que luego interpretó como un llanto.
- Ya termino. – Aseguró, sin dejar de mirar por el réflex. El pavimento entonces soltó un suspiro de vapor, una señal, una conmoción de aire. El murmullo creció.
La cámara explotó en un chillido y la imagen quedó grabada en la película.
Satisfecho, giró para mirar el auto. El principio de un grito se alargó desde la parte trasera del auto, la cámara se partió en miles de pedazos al quedar comprimida entre la trompa del camión y su torso, sus piernas se perdieron por debajo del chasis y su cabeza se desparramó por el aire en glóbulos amorfos de consistencia más bien blanda.
Ridículo y magistral, su cuerpo se diseminó por el espacio y se mezcló con las partes de la cámara antes de descender hacia el calor del asfalto.

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