20 de marzo de 2011

Felicidad trucha

La noche la envolvía con la suciedad de la niebla tucumana. Las farolas la rociaban con suave luz, destellando sobre sus joyas baratas, su camisa adornada, su pulcritud indecente.

A lo lejos uno podía escucharla taconeando los adoquines a destiempo, tarareando siempre aquel tango de Celedonio Flores, suspirando entre cada estrofa. Sin cuidado, dejaba escapar algunas de las palabras de la canción, contaminando la orquesta nocturna  con su inconfundible voz de mujerzuela solitaria.

La prostituta, sin embargo, trabajaba el arte del engaño con minuciosa ejecución.

Cada cosa era un recuerdo que la vida me amargaba: por eso me la pasaba fulero, rante y tristón.

Tras cada suspiro la prostituta tomaba aire con decisión y retomaba el murmullo de mujer dolida, sacudiendo su boa de plumas falsas como una extensión de su cuerpo.

Sus ojos enormes se posaban sobre cada transeúnte de manera disimulada, hurgándolos entrometidamente, entrando en sus bolsillos, sus gestos y sus manos. Buscando posibilidades, buscando cómo construir la próxima trampa, el próximo engaño.

La prostituta sabía qué decir, y siempre tenía la respuesta correcta. Prefería a los débiles de corazón y a los pobres de intelecto; aunque también se entusiasmaba con los desafíos que le proponía un hombre de aparente decencia. Un hombre con una mujer en casa, con una vida a la que volver.

Ella podía ver hasta las necesidades más íntimas de cada hombre. Y podía transformarse, alterar su apariencia para ser aquella que cada desesperado necesitaba.
Y nadie podía resistirse. La prostituta, amante infame, vendía felicidad trucha y buscaba los clientes que no podían comprar una de verdad.

No se sabe qué fue de la prostituta. Sus clientes fueron dejándola de uno en uno, descubriendo su falsedad, comprendiendo su vacío. Cuando el último de ellos por fin la abandonó, la prostituta caminó, tarareando, hacia la pesada niebla, y, entre humos de cigarrillo, se perdió.

2 comentarios:

Plunk dijo...

esta es la tana que te imaginaste?
crudo. :)
auqnue siempre perfiero tus escritos al estilo de "bisonte canadiense"

Santi Strange dijo...

Hola, Plunk! No. Esto no tiene nada que ver con la Tana. Sí, es una prostituta y hay un tango, pero el motivo por el cual lo escribí es otro; sustancialmente distinto. Un beso enorme!