12 de octubre de 2010

Las cuatro paredes

Confinada a las cuatro paredes tu existencia se vuelve obsoleta y contingente.
Allí, encerrada, tu rostro se convierte en un testimonio mudo y estático, incapaz de salir, incapaz de crecer. No sos más que la intención de un recuerdo, el proyecto de una sensación.
A medida que te deposito en esa habitación irreal y eterna tu misma esencia se hace tan real como tu encierro. La imposibilidad de tu escape lo confirma así: Fuiste hecha para este encierro, y sin este encierro probablemente no serías nada.
Seguramente vivirías como una posibilidad en una mente errada, una mente equivocada, pero atrevida, como la mía. Darías vueltas alrededor eternamente sin encontrar realización, cosa que, paradójicamente, este encierro te otorga. Nunca serás libre. Nunca podrás elegir. Serás mi esclava, mi víctima fiel. Te daré forma, te desharé. Te privaré de alma y sentimientos. Te daré manos, te quitaré amor.
Te amaré por siempre, te abrazaré con los ojos, te observaré a través de mis dedos. Pero también te odiaré, te insultaré, te trataré como la cosa más degradante que jamás ha existido.
Vos allá, en tu caja de cuatro paredes, siempre callada, siempre incapaz. Vas a recibir injurias, vas a recibir las palabras más bellas que, en el momento en que te dejo caer en la cajita, no puedo adivinar.
Tampoco quiero conocerlas. Porque con las mías ya es suficiente.
Te veo desnuda, veo a través de tu estructura y veo todas tus fallas. Y tenés muchas, muchas fallas. Aunque voy a intentarlo, nunca podré corregirte completamente. Siempre vas a encontrar la forma de fallar nuevamente. Y te voy a dejar, incompleta, inacabada, en esa caja.
Porque las horas van a pasar, tal vez los días, y tu juventud blanquecina se me va a antojar aburrida y vacía. Los contrastes de esa luz que decidí hacia tu costado me van a parecer deformes, así como tu grotesca y mentirosa belleza. No eras lo que creía. Tengo que dejarte.
Tengo que dejarte atrapada entre las cuatro paredes.
Tal vez vuelvas con otra forma. Intentes disfrazarte o enviarme algún duplicado subconsciente. Cuando lo vea, lidiaré con ello. Pero hoy te dejo.
Y te voy a olvidar, te voy a eliminar de mi cabeza. No te voy a pensar, no te voy a recordar. Así, cuando algún día vuelva a mirar tu prisión de cuatro paredes y descubra esos trazos dibujados tiempo atrás, me maraville de una cárcel blanca que no voy a sentir mía y me vas a gustar. Te voy a amar otra vez en tu vejez amarillenta de dibujo viejo.

1 comentario:

Val dijo...

Muy fuerte che. Con tanta seguridad y hasta cierto punto... violencia... no vas lograr librarte. Vas a volver porque en esa caja hay algo más. A la vez hay cierta debilidad.
Muy interesantes las palabras que usaste, bah, todo el relato en sí. Se parece a mí.