Estoy saliendo de El Ateneo. Cuando llego a la puerta, un pequeño cartel indica: “Tire”. Pero yo sé que la puerta se abre para ambos lados, así que empujo.
Voy con mi novia. Mantengo la puerta un segundo abierta, para que ella salga primero, cuando, de pronto…
Alguien quiere entrar.
Cargo mi cañón antiaéreo y disparo. Trato de que la persona pase primero. Una ráfaga de cápsulas de veinte milímetros rocía mi territorio, mientras la persona mantiene la puerta esta vez, haciendo un gesto para que YO pase.
Me niego, así que mando un regimiento de tanques acorazados e insisto en que se adelante esa persona. Ante su indecisión, tomo voluntad y mando mis tropas a cruzar la línea enemiga: Trato de pasar.
Será por coincidencia, el destino, nunca lo sabré. Pero la cuestión es que sus tropas se encuentran con las mías en un claro cuando tratamos de pasar al mismo tiempo. Ordena la retirada y da un paso atrás. En eso, cuando estoy por cantar victoria, recuerdo a mi novia y vuelvo un paso para dejarla pasar.
Un descuido permite la invasión inesperada: Una cuarta persona se adelanta, más decidida que mi enemigo, y entra al local.
El desenlace es rápido y ridículo. Mi novia y yo nos apretamos en el intento apresurado de salir mientras el desconocido sostiene la puerta.
Salteo un campo minado, y ya estoy fuera de la zona de combates.
Son las guerras de cortesía.
Cuando, en el mundo en que vivimos, se te ocurre tener un gesto cortés, amable, otra persona trata de hacer lo mismo, impidiéndote continuar.
Sucede en todos lados.
Por ejemplo, un cruce de calles. Un automovilista le hace señas a otro para que se adelante, pero éste último se encuentra igualmente cortés e invita al anterior a que cruce primero. Lo que sigue es una ridícula demostración de permisos que lo único que logra es retrasar a los involucrados.
Fíjense:
“¿Te sirvo gaseosa?” “No, dejá, ya me sirvo yo.” “Dejame que te sirva” “No, no hace falta, me sirvo solo” “Dale, te sirvo”… etc, etc…
“¿Te querés sentar? Tomá mi asiento” “No, no importa” “Dale, sentate” “No, está todo bien, me quiero quedar parado” “Tomá” (se para) “No, no quiero, en serio”… (esto probablemente termine con los dos sentados en lugares distintos)
“Pago yo” “No, pago yo” “Dejá, pago YO” “Te digo que quiero pagar”… (Típica)
“¿Querés más?” “No, ya estoy lleno” “Te sirvo un plato más, ¿Dale?” “No, estoy bien, gracias” “No seas tímido, comé” (lo que se llama cortesía en exceso)
Todo, todo el tiempo.
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