¿Vieron que cuando uno pide prestada una hoja nunca la devuelve? Sí, me refiero a esas veces que hay una prueba sorpresa, y nunca falta el tipo que se quedó sin hojas, que, ni bien la profesora dice “Prueba sorpresa, chicos”, y en conjunto con las quejas y los desesperados “no, por favor”, el sujeto propiamente dicho exclama, en un tono lo suficientemente apropiado como para que todo el curso lo oiga, alimentando en gran manera las posibilidades de escuchar una respuesta positiva, “¿¡Alguien me presta una hoja!?”.
Por supuesto (a su vez) nunca falta el sujeto (o sujeto femenino), que responde afirmativamente, extendiéndole una hoja rayada sin uso al damnificado. Éste, en cuestión de protocolo, responde “Gracias”, sin mirar a los ojos de su donante siquiera.
¿Debe esperar ese enviado de Dios recibir su hoja en algún supuesto futuro? Y, según el diccionario, prestar es... (Del latín praestãre), Entregar algo mediante obligación de que sea devuelto. Si mi léxico no me engaña, devolver significa... (Del latín devolvére), Volver una cosa o situación al estado que tenía, o, en todo caso, restituirla a la persona que la poseía.
Y, si hacemos los cálculos correspondientes, “prestar una hoja” significa que el interesado debe devolver dicha hoja al propietario original. Éste, como dueño o contador de un banco, espera que cada persona que pide un préstamo termine pagándolo en las correspondientes (e interminables) cuotas, con el así mismo correspondiente 60 %. El problema incide en que no existe documento que diga que “En la prueba sorpresa de Lengua y Literatura, dictada por la profesora Algarroba, la institución dividió una parte de su block para la satisfacción del interesado, Pepito Ramone, sujeto que procederá a la devolución de la cantidad pactada en 84 cuotas y media, con un interés del 60 %”, y menos que esté firmada por la institución y Pepito. De todas maneras, aunque existiera, Pepito debería conocer las precisas medidas y el volumen de la pieza de papel, para poder dividirla en 84 y media partes, y además usar una hoja propia para añadir el 60 %. Pepito, al encontrarse en tal situación, decide ir y jugar una ruleta rusa, porque cree que con eso, ya vio todo en su vida.
Pero existen los otros Pepitos. Sí, esos rojos con cuernos, tridente y cola puntiaguda. Los Pepitos que son malos. Lamentablemente todos nosotros somos Pepitos malos. Pero si llegaron hasta acá se estarán preguntando “¿Qué tiene de malo ser un Pepito malo?... ¿Tan malo es?”. Y la respuesta es, señoras y señores, sí. Es muy malo. El Pepito malo se va a vivir a una isla del caribe, abre una cuenta en una de las islas caimán, le compra cocaína a los Colombianos, engaña a su mujer, se roba un Banco Río y toma el té con la Reina de Inglaterra. Y, lo peor de todo, nunca devuelve la hoja. Claro que, como la mayoría de las personas, los que prestan la hoja son también Pepitos malos y tampoco les interesa que le devuelvan la hoja; razón por la cual nunca la exigen de vuelta ni firman un documento absurdo. Pero no acaba ahí. Si un Pepito (Santo sea el poder de Dios) trata de devolverle la hoja al prestamista, le van a decir “No seas boludo, es una hoja nomás”.
Mi pregunta es... ¡¡¿¿ PARA QUÉ MIERDA DICEN QUE PRESTAN UNA HOJA SI NUNCA SE LA VAN A DEVOLVER??!! Y, de la misma manera, ¡¡¿¿PARA QUÉ CARAJO PIDEN PRESTADA UNA HOJA, SI NUNCA, por el amor de Dios, LA VAN A DEVOLVER??!! ¡¡¿¿ÉH??!! ....
... manga de pepitos...
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